es un gran viaje en tren…
Primero decidimos el viaje, a donde queremos ir… cogemos el mapa de lo que va a ser ese recorrido…
Después la persona se prepara para el viaje… preparamos las maletas…
Posteriormente, ponemos las maletas en el tren, subimos con la imagen, el pensamiento, las emociones y las sensaciones… subimos al tren que aún está parado. Para hacer salir el tren, la persona se concentra en la imagen, en su creencia y el lugar en donde siente la perturbación en su cuerpo… y el tren arranca.
El tren comienza a andar y este para en las estaciones y en todas las estaciones baja material negativo y sube material positivo. A veces, durante el viaje, hay obstáculos y, otras veces, se viven emociones intensas… otras veces descubriremos paisajes, cosas nuevas… así hasta el final del viaje.
Al final del viaje… hay un cartel que dice que tanto el cuerpo como la mente están libres de perturbación.
¿Qué es el EMDR?
EMDR viene del inglés “Eye Movement Desensitisation and Reprocessing” que significa “reprocesamiento y desensibilización a través del movimiento ocular”. Es una terapia que emplea la estimulación bilateral a través de movimientos oculares, sonidos o toques en el dorso de la mano, para ayudar al cerebro a procesar experiencias traumáticas.
¿Cómo funciona el EMDR?
En el día a día, vamos viviendo experiencias en el trabajo, en la calle, en el supermercado, en nuestros hogares, etc. que nuestro cerebro va integrando y almacenando sin mayor dificultad. Sin embargo, cuando vivimos una situación difícil que sobrepasa nuestras capacidades para asimilarla (una catástrofe natural, un accidente de coche, una operación quirúrgica fallida y con secuelas, una agresión sexual) nuestro cerebro se bloquea y no logra integrarla.
En ese caso, evitamos volver a pensar en el acontecimiento traumático, pero podemos volver a experimentarlo en forma de ansiedad, pesadillas, intrusión de imágenes o emociones muy intensas que nos impiden llevar una vida normal.
Al utilizar estimulación bilateral, el EMDR hace trabajar los dos hemisferios del cerebro, facilitando la integración de la experiencia traumática. Durante la sesión, la persona va notando como el recuerdo pierde su intensidad emocional. A veces son necesarias varias sesiones para que el recuerdo pierda toda su carga emocional. El ritmo siempre lo marca la persona.
¿Qué proceso sigue una terapia EMDR?
En las primeras sesiones, la terapeuta se dedicará a recopilar los datos de tu historia que estime relevantes. Te preguntará cuál es la razón que te trae a terapia, qué dificultades experimentas en tu vida actual, si tienes problemas de salud, si tomas medicación y si en tu día a día hay a tu alrededor personas con las que puedes contar y que te puedan apoyar. Esto le permitirá saber si el EMDR es adecuado para trabajar contigo y a ti te dará la oportunidad de conocerle, así como de plantear todas las preguntas y las dudas que tengas.
Si tu terapeuta decide que el EMDR es adecuado para ti, pasaréis a la siguiente fase en la que te enseñará ejercicios de relajación y de instalación de recursos. Estos ejercicios son muy importantes, pues son herramientas a las que podrás recurrir si te surge algún malestar de una sesión a otra.
Una vez que tanto tu terapeuta como tú consideréis que estás preparado/a, te pedirá que elijas un recuerdo para trabajar mediante movimientos oculares, sonidos o toques. También te invitará a que traigas a tu mente una imagen relacionada con ese recuerdo traumático. Te preguntará qué pensamientos negativos y positivos acompañan esa imagen, qué estás sintiendo, cuál es tu grado de malestar y en qué parte del cuerpo lo notas.
La terapeuta comenzará entonces una serie de movimientos oculares. Después de cada serie, te preguntará qué te ha venido a la mente o de qué te diste cuenta. Lo habitual es que al principio las personas sientan emociones muy fuertes y que poco a poco se vayan notando más calmadas y asentadas. Una vez que el malestar haya quedado muy reducido, tu terapeuta volverá a preguntarte por el pensamiento positivo y también comprobará si aún sientes malestar en alguna parte del cuerpo.
Antes de terminar la sesión, tu terapeuta se tomará un tiempo para ayudarte a recobrar la calma a través de los ejercicios de relajación que te ha enseñado.
¿Y después de la sesión?
Después de la sesión, muchas personas se sienten más livianas y relajadas. Sin embargo, si los recuerdos que has procesado eran muy intensos, puede que sientas malestar durante uno o dos días. Ten en cuenta que el procesamiento puede continuar después de la sesión. Es posible que conectes con tristeza, enfado o miedo o que salgan a la luz acontecimientos que tenías olvidados.
En esos casos es importante que te cuides (por ejemplo, organiza tu tiempo evitando hacer actividades estresantes después de la sesión) y que emplees las técnicas de relajación que hayas aprendido. Si tu malestar es muy grande, siempre puedes llamar a tu terapeuta y concertar una sesión de urgencia.
Es difícil prever cómo va a reaccionar cada uno/a, pues cada persona es diferente. Por eso es aconsejable que después de cada sesión estés atento/a a cómo te sientes y a lo que te vaya surgiendo, para poder hablarlo con tu terapeuta la vez siguiente.
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