La sonrisa es una reacción normal a ciertos estímulos, ocurre independientemente de cuál sea la cultura y nacemos con ella (mediante estudios científicos se ha constatado que los seres humanos comenzamos a sonreír en el útero materno).
Tan sólo 0,01 segundos es el tiempo que nuestro cerebro tarda en procesar un momento de felicidad que involuntariamente nos hace sonreír, pero ¿son todas las sonrisas reflejo del placer o el entretenimiento?.
Paul Ekman, experto en emociones básicas, reconoció 18 tipos de sonrisas, todas con un significado social diferente a la expresión espontánea de felicidad, reducir la tensión, ocultar la expresión de otras emociones y manipular o engañar son solo algunas de las funciones que podemos desempeñar cuando sonreímos.
Una sonrisa falsa (la que nos imponemos por razones de orden social) sólo moviliza los músculos cigomáticos del rostro, los que al hacer retroceder los labios descubren los dientes. Por el contrario, una sonrisa “verdadera” moviliza además los músculos que rodean los ojos. Pues éstos no pueden contraerse voluntariamente, es decir, mediante el cerebro cognitivo. La orden debe provenir de las regiones límbicas, primitivas y profundas (cerebro emocional).Por esta razón, los ojos no mienten nunca: su pliegue señala la autenticidad de una sonrisa.
Según los resultados de una investigación realizada en Reino Unido, podemos detectar el estado emocional de una persona sonriente, diferenciando las sonrisas falsas de las auténticas. Os dejo el enlace dela BBC por si queréis comprobar vuestra habilidad a la hora de reconocer sonrisas falsas: http://www.bbc.co.uk/science/humanbody/mind/surveys/smiles/index_1.shtml?gender=&age=&occupation=&country=&education=&outlook=1&confidence=5&programme=
La sonrisa cálida, verdadera, nos da a entender intuitivamente que nuestro/a interloculor/a se encuentra, en ese preciso instante, en un estado de armonía entre lo que piensa y lo que siente, entre cognición y emoción. Su símbolo más universal es la sonrisa en el rostro del Buda.
«0,01 segundos es el tiempo que nuestro cerebro tarda en procesar un momento de felicidad que involuntariamente nos haga sonreír.»
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