Cada 18 de febrero, se celebra el Día Internacional del Síndrome de Asperger, en el que se organizan distintas actividades para dar a conocer este desconocido trastorno y así fomentar la tolerancia y comprensión hacia estas personas.
Dicho síndrome debe su nombre a su descubridor, Hans Asperger, médico austriaco nacido el 18 de febrero de 1906, quien identificó un patrón de comportamiento y habilidades que se repetía entre sus pequeños pacientes, predominantemente en niños varones; este patrón incluía “ausencia de empatía, reducida habilidad para las relaciones sociales, conversaciones solitarias, un profundo arraigo a un interés especial y movimientos torpes”. Asperger llamaba a sus pacientes “pequeños profesores” debido a sus extensos conocimientos sobre un tema de interés particular. Publicó la primera definición del síndrome de Asperger en 1944, bajo la denominación de “psicopatía autística”.
Desafortunadamente, Asperger falleció antes de que la definición de este patrón fuera reconocida. No fue hasta los años 80 que la investigadora británica Lorna Wing recuperó el trabajo realizado por Asperger, siendo la primera en denominarlo: “Síndrome de Asperger” en un trabajo publicado en 1981.
El Síndrome de Asperger es un trastorno del desarrollo que conlleva una alteración en tres áreas nucleares: interacción social, lenguaje/comunicación y flexibilidad mental/comportamental. Las personas que lo presentan tienen un aspecto físico normal, un nivel intelectual dentro del promedio, o incluso superior a la media y no tienen retraso en la adquisición del habla. Sus dificultades sociales suelen atribuírseles a problemas de adaptación o personalidad, por lo que muchas veces se conoce como el “síndrome invisible”.
A pesar de ser poco conocido, es un trastorno muy frecuente que se presenta, según estudios recientes entre 3 y 5 de cada mil niños.
Cada persona con Síndrome de Asperger es única y diferente a las demás, y en esta diversidad influyen varios factores: su personalidad, su inteligencia, sus áreas de interés (que pueden ir desde los dinosaurios, los trenes o los ordenadores hasta la música, las ciencias o la astronomía), el contexto familiar, educativo y social que le rodea, la presencia de sintomatología añadida (como ansiedad u obsesiones), o la intervención que ha recibido a lo largo de su vida.
La necesidad de un diagnóstico exhaustivo y diferencial es imprescindible para romper las barreras que sufren estas personas, evitar el aislamiento y mejorar su integración social.
Normalmente, un niño con Síndrome de Asperger suele presentar algunas de estas características:
- Se relacionan mejor con los adultos que con sus iguales.
- Les cuesta entender las reglas de los juegos.
- En los recreos, suelen estar solos.
- No suelen mostrar interés por los deportes en equipo.
- Falta de empatía. Dificultad para entender los sentimientos de otra persona.
- Tienen más rabietas de lo habitual ante situaciones adversas o imprevistas.
- Son inocentes socialmente, ingenuos, sinceros.
- No suelen mirar a los ojos cuando hablan.
- Cuando les llaman, parecen no oír o “estar en su mundo”.
- Interpretan las frases literalmente.
- No entienden ciertos chistes, bromas, ironías, dobles sentidos o sarcasmos.
- La entonación de voz puede ser alta, peculiar y monocorde.
- Lenguaje en ocasiones pedante y excesivamente formal, con un extenso vocabulario.
- Suelen hablar mucho de lo que les interesa, aunque aburran a su interlocutor.
- Les cuesta seguir una conversación larga. Cambian de tema.
- Están fascinados por algún tema en particular y buscan con avidez información sobre ese tema: vehículos, astronomía, geografía, historia, matemáticas, ciencias, etc. Preguntan obsesivamente sobre el tema. La concentración en sus temas de interés les aísla de su entorno.
- Necesitan que su entorno sea predecible. Preferencia por la rutina. Tienen rituales o manías que necesitan realizar.
- Tienen poco equilibrio y a menudo, se les caen las cosas; así como dificultad para vestirse, abrocharse los botones o atarse los cordones.
- Suelen tener dificultades grafomotoras considerables que hacen que escribir les resulte difícil. El esfuerzo que supone escribir puede provocarles cansancio repentino, empeorando de forma importante la calidad de su grafía. Suelen mostrar más dificultades con la escritura cuando están ansiosos.
- Memoria excepcional para recordar determinados datos y fechas.
- Miedo o angustia ante determinados sonidos, olores y luces